Crítica a Dialéctica de la Ilustración[1] de Adorno y Horkheimer.


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El libro que procederé a criticar, se publicó por primera vez en 1944, pero fue más conocido luego de los años 50, principalmente en los 60. A pesar de que me pareció un ensayo muy malo, con una argumentación débil sino inexistente, y escrito de una forma tremendamente vaga y aburrida, lo voy a criticar porque me parece que en él está el germen del posestructuralismo, también llamado posmodernismo. Que el texto es casi posestructuralista no es una idea mía, en una conversación que tuve con Juan José Sebreli, él fue de la misma opinión[2], y manifestó que a la Escuela de Frankfurt cada vez la reivindicaba menos. En el Olvido de la razón  (2006) decía:

 “Un punto de inflexión fue Dialéctica del Iluminismo (1947), donde Adorno y Horkheimer acusaban a la Ilustración de haber engendrado, mediante una tortuosa dialéctica, a los sistemas totalitarios del siglo veinte. Aquí ambos autores se equivocaban: el nacionalsocialismo no era el fruto degenerado de la Ilustración sino, por el contrario, la flor del romanticismo antiilustrado. El estalinismo, por su parte, fue la consecuencia de una sociedad atrasada —“semiasiática” según León Trotsky— que no había conocido el Renacimiento ni la Ilustración ni la revolución burguesa, sólo a medias la revolución industrial, y carecía, por lo tanto, de toda tradición democrática. Marcuse, en cambio, no siguió el camino iniciado por sus colegas en Dialéctica del Iluminismo, y en su obra Razón y revolución (1954) reivindicó la Aufklarung a través de la figura de Hegel, a la que contraponía el pensamiento irracional que derivó en el fascismo. El auge posterior del neorromanticismo antiilustrado contra el progreso científico técnico mostraba los peligros latentes de Dialéctica del Iluminismo, no por casualidad la obra más festejada por los posestructuralistas. Jürgen Habermas intentó retomar, aunque desde una distinta perspectiva, los propósitos iniciales de la Escuela de Francfort, rescatando el perdido lado sociológico. Además oponía a Dialéctica su propia idea de “modernidad como proyecto inacabado”.La recuperación de la herencia de la Ilustración se había ido debilitando en los francfortianos de la primera generación que, en su última etapa, se perdieron por caminos diferentes, pero igualmente sin salida: Horkheimer, volcado a una cierta confusa religiosidad; Adorno alentando una nostalgia pasatista de la era dorada del viejo liberalismo y una propuesta protorromántica del arte como única redención; Ernst Bloch retornando a la utopía premarxista y Marcuse inmerso en reminiscencias heideggerianas antitecnológicas mezcladas con un optimismo utópico inspirado por la efímera rebelión juvenil de los sesenta.”

Sobre Foucault y la obra que nos ocupa dice:

“En 1978 afirmaba que “se sentía fraternalmente cerca de la Escuela de Francfort”, le atraía de Adorno y Horkheimer su obra menos acertada, Dialéctica del Iluminismo. Pero aun en este caso, había una diferencia: los francfortianos se reivindicaban herederos legítimos de la Ilustración y denunciaban sus traiciones, en tanto Foucault la pensaba como intrínsecamente perversa.”

Me decidí a leer Dialéctica de la Ilustración porque estaba interesado en las bases filosóficas del fascismo, y esperaba encontrarme en el libro la tesis original y polémica de que las bases filosóficas del fascismo estaban en la Ilustración, movimiento filosófico al cual reivindico completamente. De entrada, la idea me parecía ridícula, pero le di una oportunidad. En la obra en ningún momento dice explícitamente, como me habían dicho, “la ilustración causó el nazismo”. Sí afirma como mucho que “el Iluminismo es totalitario”, aunque también dicen “no tenemos ninguna duda respecto a que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento iluminista”, la vinculación del fascismo y el totalitarismo con el Iluminismo es tremendamente vaga y traída de los pelos. El libro me parece olvidable, pero a mi pesar, no lo fue, y si lo critico es porque tuvo mucho impacto, porque causa y causó una tremenda confusión en torno a la Ilustración y al positivismo arruinando de forma injustificada su imagen. Ya no sirve simplemente ignorarlo, así que analicémoslo y veamos si realmente la Ilustración es tan repudiable como creen los influenciados por el posestructuralismo.

Para empezar los capítulos son “Concepto de Iluminismo”, “Excursos 1”, “Excursos 2”, “La industria cultural”, “Iluminismo como mistificación de masas”, “Elementos del antisemitismo”, “Limites del Iluminismo”, “Apuntes y esbozos”. La edición que leí es del grupo Sur, editada probablemente por Victoria Ocampo.
Aunque el grueso del libro es mediocre, sobre todo la última y la primer parte que son ilegibles, debo decir que el capítulo “La industria cultural” es pasable. En él critican como la masificación de la industria cultural hace que sus productos sean de un bajo nivel. De igual forma, como el resto del libro, está muy mal escrito estilísticamente, es muy vago, oscuro, pretencioso, y  cae en cierto snobismo. Pero la idea en general, a diferencia de los otros capítulos, es rescatable si la reescribe alguien de forma clara y precisa, sin todas esas sentencias exageradas con tono de gurú.
Es demasiado evidente que las ideas que tienen los autores no son claras y no están fundamentadas, y que por ello escriben de una forma que busque impresionar para ocultar la vaguedad de las ideas. Ese estilo a mí no solo no me impresiona sino que me aburre tremendamente.  Al que busque un análisis del iluminismo con un repaso de autores, al estilo de un ensayo de historia de las ideas, le aviso que no va a encontrar nada de eso. Sí van a encontrar mucha pseudociencia psicoanalítica, ya que el texto es básicamente una hermenéutica basada en psicoanálisis.  Los autores se limitan a analizar no mucho más que un párrafo de Kant y hacen una mención tremendamente vaga a Voltaire, pero no hay ningún análisis serio del fenómeno de la Ilustración, ni tampoco del fenómeno del fascismo ni del totalitarismo, y no abundan citas de autores ilustrados. Para colmo, gran parte del libro es una pésima hermenéutica de La Ilíada y La Odisea, a la cual califican arbitrariamente de “ilustrada”, a pesar de que de ésta obra a la Ilustración hay más de mil quinientos años.  Lo curioso es que si hay un análisis bueno del Marqués de Sade y de Nietzsche, pero ninguno de los dos son autores ilustrados, el primero es de la época pero es un escritor de ficción, polemista, escandaloso y controversial, muy interesante, pero que no tiene nada que ver con el movimiento más allá de algunas críticas a la religión, y el segundo es un posromántico que no tiene relación alguna con la ilustración ni siquiera de época. Igualmente si buscan un análisis muchísimo mejor de la obra de Sade y de Nietzsche, vayan a El hombre rebelde de Albert Camus.
La crítica que le hacen Adorno y Horkheimer a Nietzsche relacionándolo con el totalitarismo citando frases casi prenazis es muy buena, pero no tiene relación con la ilustración. Nietzsche sí tiene un vínculo con el fascismo, era el filósofo favorito de Mussolini y el segundo favorito de Hitler, Hitler le regaló las obras completas de éste a Mussolini cuando estaba en la cárcel. El libro cita de Nietzsche: “Los débiles y defectuosos deben perecer: primer principio de nuestra caridad”. “¿Qué es más nocivo que el cristianismo –-compasión activa por todos los débiles y los defectuosos- en comparación con cualquier vicio?”. “Pretender de la fuerza que no se manifieste como fuerza, que no sea voluntad de dominar, de abatir, y de avasallar, sed de enemigos, de resistencia y de triunfos, es exactamente tan absurdo como querer que la debilidad se manifieste como fuerza”. “El gran peligro para el hombre son los enfermos”. Y muchas citas más, la mayoría de Genealogía de la Moral. Es más, se podría citar una decena de frases más de Nietzsche que cualquiera pensaría que son de Hitler.
Como dije, los autores hacen un análisis muy malo de Kant y Voltaire, así que en defensa de ellos mostraré como no puede relacionarse sus nombres con las bases filosóficas del fascismo o del totalitarismo en general que no sea de una forma insoportablemente rebuscada. Para empezar, baste recordar  que el fascismo tanto en su versión italiana como alemana es un movimiento belicista. Nietzsche, que como dije no es ilustrado, sí abunda en frases belicistas. En su insoportable obra “Así hablo Zaratustra” (1891), que está en la frontera entre ser una aburrida novela y un mal ensayo, lanza constantes propagandas al belicismo: “Yo os digo que la buena guerra santifica todas las causas”. “La guerra y la valentía han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo”. “Preguntáis, ¿Qué es bueno? Ser valiente es bueno. Dejad que las niñas digan: ‘es bueno lo que es bonito y enternece’” (página 44[3], capítulo “De la guerra y los guerreros”). “El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para solaz del guerrero; todo lo demás son tonterías” (pag. 60). “Quiero que el hombre sea buen guerrero y la mujer buena parturienta” (pag. 187).
“Hemos de confesar que la guerra es para el Estado una necesidad tan apremiante como la esclavitud para la sociedad.” En El estado griego.

 “Me complace el desarrollo militar de Europa (…) los tiempos de tranquilidad y modorra china (…) han pasado. La destreza viril personal, la aptitud del cuerpo recupera otra vez su valor, las valoraciones (…) más siendo más físicas (…) en cada uno de nosotros se va afirmando el bárbaro y el animal feroz.” En La voluntad de Poder.

“Una buena y sana aristocracia (…) acepta el sacrificio de una multitud de hombres que deberán ser humillados y rebajados al estado de seres mutilados, de esclavos, de instrumentos.” En Más allá del bien y del mal.

“Nuestros grandes remedios son las revoluciones y las guerras. (…) Las guerras, ahora que se han agotado los entusiasmos y las excitaciones cristianas, son las grandes fomentadoras de fantasía.” En Tratados filosóficos de 1880-1881.

Ahora veamos qué opinaba Kant del belicismo.

«(…) Sólo en una asociación universal de Estados (análoga a aquella por la que el pueblo se convierte en un Estado), puede valer perentoriamente y convertirse en un verdadero estado de paz. Pero como la extensión excesiva de tal Estado de naciones por amplias regiones tiene que hacer imposible al final su gobierno y con ello también la protección de sus miembros, y como una multitud de tales corporaciones conduce de nuevo, sin embargo, a un estado de guerra, la paz perpetua (el último fin del derecho) es ciertamente una idea irrealizable. Pero los principios políticos que tienden a realizar tales alianzas entre los Estados, en cuanto sirven para acercarse continuamente al estado de paz perpetua, no lo son, sino que son sin duda realizables, en la medida en que tal aproximación es una tarea fundada en el deber, y por lo tanto, también en el derecho de los hombres y los Estados. (…) Puede decirse que el establecimiento universal y duradero de la paz no constituye sólo una parte, sino que es la totalidad del fin de la doctrina del derecho dentro de los límites de la mera razón.» Kant, La metafísica de las costumbres.
Kant era un autor que definía la guerra como el peor de los males, y proponía para abolirla la unión y la fraternidad internacional. La ONU y la UE casi se podría decir, fueron una idea de Kant. Cualquiera que lea Fundamentación de la metafísica de las costumbres y Metafísica de las costumbres, sobre todo La paz perpetua, vería lo alejadísimo que está del fascismo. Hasta en lo más mínimo puede verse la brutal diferencia, Kant repudiaba el suicidio (en este tema, no comparto la postura de Kant, debo decir)  y muchos de los más importantes nazis, como Hitler y Himmler, se suicidaron, ahí se ve lo alejado que estaban de la ética kantiana. Kant era un cosmopolita, nada más alejado del nacionalismo fascista.
Veamos qué opina Voltaire de la guerra:
“»No hace mucho tiempo se debatía, en una compañía célebre, esa cuestión gastada y frívola de quién era el hombre más grande, César, Alejandro, Tamerlán, Cronwell, etc… Alguien respondió que era sin disputa Isaac Newton. Ese hombre tenía razón, pues si la verdadera grandeza consiste en haber recibido del cielo un genio poderoso, y en haberse servido de él para iluminar a sí mismo y a los otros, un hombre como el señor Newton, tal como apenas se encuentra uno en diez siglos, es verdaderamente el gran hombre; y esos políticos y esos conquistadores, de los que ningún siglo ha carecido, no son de ordinario más que ilustres malvados. Es a aquel que domina sobre los espíritus por la fuerza de la verdad, no a los que hacen esclavos por la violencia, es a aquel que conoce el universo, no a los que lo desfiguran, a quien debemos respeto. Puesto que exigís que os hable de los hombres célebres que ha dado Inglaterra, comenzaré por los Bacon, los Locke, los Newton, etc… Los generales y los ministros vendrán cuando les toque su turno.» Cartas filosóficas. En la misma obra:
“En tanto el capricho de algunos hombres degüelle legalmente a millares de nuestros hermanos, la parte del género humano consagrada al heroísmo será lo más espantoso de la naturaleza. ¿Qué será de la humanidad, de la humildad, de la dulzura, de la sabiduría, de la piedad, y que me importa mientras que media libra de plomo disparada a más de seiscientos pasos me destroce el cuerpo y muera a los veinte años en medio de tormentos inexpresables, entre cinco o seis mil moribundos, mientras mis ojos que se abren por última vez, ven la ciudad en que nací destruida a hierro y fuego, y que los últimos sonidos que oyen mis oídos son los gritos de las mujeres y de los niños expirando bajo las ruinas, y todo por unos pretendidos intereses de un hombre que no conocemos?» 

Cualquiera de éstas citas haría vomitar a un miembro de las SS. Es muy difícil vincular el movimiento que se hizo un lugar político con los Camisas Negras apaleando gente, con el autor de El tratado de la tolerancia. Voltaire si era un poco homófobo, entendible en su contexto, lo que caería mal a Rôhm de las SA, pero aparentemente no a Adorno y Horkheimer que nos regalan una extraña frase que dice “(…) así como el sodomita reprimido persigue y provoca a los animales”. No sé de dónde sacaron que los homosexuales de closet tienen relaciones zoofilicas. El opúsculo donde se cita a Voltaire es absolutamente ilegible.

Las frases ridículas abundan en Dialéctica de la Ilustración, veamos algunas:
“La imprenta, invención grosera” Pág. 15.
    “La misma forma deductiva de la ciencia refleja coacción y jerarquía. Así como las primeras categorías representaban indirectamente la tribu organizada y su poder sobre el individuo aislado, del mismo modo el entero orden lógico –dependencia, conexión, extensión y combinación de los conceptos- está fundado sobre las relaciones correspondientes de la realidad social, sobre la división del trabajo”  (Pág. 36). Nótese la primera oración, es muy similar a las críticas de Feyerabend a las ciencias. El libro abunda en críticas al positivismo, incluido al positivismo lógico, y a la ciencia, pero como es común en el posestructuralismo, no se entiende a que apuntan y da la impresión de que no tienen la más mínima idea ni de la ciencia ni del positivismo. Véase estos comentarios sobre la matemática y la lógica: “Cuando en el operar matemático lo desconocido se convierte en la incógnita de una ecuación, es ya caracterizado como archiconocido aún antes de que se haya determinado su valor”.  Mientras que el formalismo matemático, cuyo instrumento es el número, fija el pensamiento en la pura inmediatez” (página 39 y 42). “La exclusividad de las leyes lógicas deriva de esta univocidad de la función, en última instancia del carácter coactivo de la autoconservación, que concluye siempre de nuevo en la elección entre supervivencia y ruina, reflejada aun en el principio de que de dos proposiciones contradictorias sólo una es verdadera y la otra falsa.” (Pág. 46)  Nótese especialmente ésta: “Odiseo se afirma a sí mismo negándose como nadie, salva su vida haciéndose desaparecer. Esta adecuación a la muerte mediante el lenguaje contiene el esquema de la matemática moderna” (Pág. 80). Ridículo. Insiste vinculando la razón con la industria: “la formalización de la razón no es más que la expresión intelectual del modo mecánico de producción” (Pág. 128). No se entiende como Aristóteles fundó la lógica antes del industrialismo y sin haber trabajado mecánicamente en su vida.  En una ocasión el libro cae en la peor cursilería: “El amor mismo es un concepto no científico” (pág. 133). Frase digna de un new-age.
Más partes ridículas: “En las ambiguas tendencias del olfato sobrevive la antigua nostalgia de lo bajo, de la unión inmediata de la naturaleza circunstante, con la tierra y el fango. El olfato, que es atraído sin objetivar, constituye entre todos los sentidos el que testimonia con mayor evidencia el impulso por perderse en lo otro y adecuarse a ello. Por ello el olor, como percepción y como percibido –que son lo mismo en el acto-, es más expresión que lo que reciben los otros sentidos. En el mirar se sigue siendo quien se es, en el oler el sujeto se pierde. De tal suerte para la civilización el olor es una vergüenza, un estigma de clases subalternas, de razas inferiores y animales innobles. Dedicarse a este placer es lícito para el civilizado sólo si la prohibición se suspende y si la suspensión es racionalizada mediante fines reales o aparentemente prácticos. Se puede consentir el impulso prohibido sólo si no hay dudas de que ello ocurre para destruirlo.” (Página 217). Esta parte recuerda a los delirios sobre la nariz y el olfato de Freud y Fliess, delirios que causaron la deformación y la invalidez de Emma Eckstein[4].
Otra parte extraña vinculada a los homosexuales: “(…) El hombre los atrae  irresistiblemente; quieren reducirlo al cuerpo; nada debe tener derecho a vivir. Esa hostilidad de los más inferiores –cultivada y protegida cuidadosamente por los superiores, laicos y eclesiásticos- hacia la vida atrofiada en ellos, esa hostilidad mediante la cual, en forma homosexual y paranoica, entran en contacto a través del homicidio, ha sido siempre un instrumento indispensable para el arte de gobernar”. (Página 277, negrita mía).

La última parte del libro es casi insoportable, lo que no es oscuro es trivial. Llegando a la última página, la 302, uno piensa por qué perdió el tiempo en vez de aprovecharlo leyendo a los Ilustrados, cuyo trabajo de admirable claridad, estilo y precisión sí vale la pena. Y como no me bastó con perder el tiempo leyendo eso, pierdo ahora el tiempo escribiendo esto para que ustedes también se aburran.

[1] También titulado Dialéctica del Iluminismo.

[2] https://enlapalabradenadie.wordpress.com/2018/10/29/facundo-guadagno-y-matt-suarez-holze-en-conversacion-con-juan-jose-sebreli/

[3] Yo tengo una edición de la editorial CS.

[4] https://enlapalabradenadie.wordpress.com/2015/09/06/el-caso-emma-eckstein-o-como-una-joven-mujer-termino-deformada-y-semi-invalida-por-culpa-de-freud/

Un comentario en “Crítica a Dialéctica de la Ilustración[1] de Adorno y Horkheimer.

  1. No puedo comentar mucho sobre la obra porque no he tenido el suplicio de leerla pero viendo las opiniones de ambos autores sobre la homosexualidad, me sorprende que estos sean tan citados en varios video ensayos de youtube analizando elementos políticos de películas, series o libros sin que sean puestos a tanto escrutinio.

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