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Los conspiranoicos y su lucha contra los fantasmas

¿Qué es la conspiranoia?

Últimamente está de moda -esto no quiere decir que sea nuevo- que la gente, y principalmente los jóvenes, repitan constantemente y con toda seguridad, teorías de conspiración. ¿Qué son teorías de conspiración? Existen dos cosas diferentes, conspiraciones reales, y conspiranoias. El adjetivo conspiranoico deriva de la unión de la palabra “conspiración”  y “paranoico”, es un neologismo que es usado para referirse a los creyentes de las “teorías de conspiración”, conjeturas infundamentadas de conspiraciones que carecen de pruebas suficientes, o en el peor de los  casos, carecen absolutamente de pruebas.  La conspiranoia vuelve a las personas totalmente paranoicas de las conspiraciones falsas e incomprobables, los “conspiranoicos” suelen ser representados con un gorro de papel aluminio  -para que el gobierno no les lea la mente- y suelen frecuentar blogs y revistas de lo “paranormal y misterioso”. Esto no es nuevo, autores de falsas conspiraciones y sus creyentes existen desde hace mucho tiempo, el problema es que con la facilidad de divulgar información que brinda el cada vez más usado Internet, se generó un gran auge de las teorías de la conspiración. No quiere decir que la facilidad de adquirir abundancia de información sea mala, en verdad el auge de la conspiranoia es una consecuencia de que gran parte de la población carezca de pensamiento crítico y capacidad de investigación rigurosa.
Algunas de las más repercutidas teorías de conspiraciones son, por ejemplo: la hegemonía absoluta de los Illuminatis y Masones, su relación con los Anunnakis y el Nuevo Orden Mundial; el auto-atentado del 11-s, los Chemtrails, la “conspiración” que nos “hace creer” que llegamos a la luna (negacionismo del alunizaje), el gobierno nos controla la mente con MKUltra, el caso Roswelll, extraterrestres escondidos en el Área 51 que hacen pactos con el gobierno de EEUU, cualquier desastre climático es a causa del HAARP, Shakespeare no existió, Paul McCartney murió y lo reemplaza un actor, el mundo está dominado por un grupo judío ultra-secreto, el SIDA lo crearon para reducir a la población (y muchas más teorías de eugenesia), cualquier transgénico nos envenena, las vacunas son enfermedades que nos meten para vender curas (conspiraciones que involucran a las farmacias –o farMAFIAS- hay miles), el holocausto nazi nunca existió (y muchas más teorías pseudocientíficas pro-neonazis), la teoría de la relatividad de Einstein es un “fraude científico” (otra teoría pseudocientífica y antisemita, ya que el argumento principal para derribar la teoría de la relatividad parece ser solo que Einstein era judío), el gobierno esconde todo lo relacionado con OVNIS, el flúor en el agua nos envenena, el Wi-Fi nos lee o daña la mente,  los extraterrestres dominaron nuestro pasado pero la “historia oficial no quiere que lo sepas”, los nazis se escondieron en un mundo “intraterreno” y un largo etc. de disparates como estos. Muchas de estas teorías de conspiración son difundidas por ultraderechistas como el norteamericano Alex Jones (por ejemplo, las teorías del flúor en el agua y de la antivacunación), y  nada más útil para la derecha que un montón de “zurdos” peleando contra fantasmas.
Las teorías de conspiración de carácter eugenésico como la de los “chemtrails”, las “farmafias”, el venenoso flúor en el agua, los terribles transgénicos o el maligno wi-fi, nos quieren hacer creer que hay una conspiración de las elites para reducir la duración y calidad de vida de las personas. Bueno, si esto sería así hay que decir que les está yendo muy, muy mal, ya que la calidad y el promedio de vida (en la mayoría de los países) es cada vez más alto.  Sin duda una de las más absurdas de todas estas teorías es la de los “chemtrails”. Según los conspiranoicos, las estelas que dejan los aviones son químicos que utilizan las elites para envenenar a la población. La primera pregunta es ¿por qué querrían eso si ellos mismos se enriquecen a costa de la población? Eso es lo primero que los conspiranoicos deberían responder. Y para los que no sepan, las estelas de condensación de los aviones están formadas simplemente de vapor de agua. La página del Circulo Escéptico Argentino se encarga muy bien de desmontar el mito de los chemtrails[1]. Realmente hay gente que protesta y arma escándalos al gobierno porque cree que les están fumigando con químicos, es una excelente muestra de hasta qué punto llega el nivel de paranoia de estos sujetos.
En este artículo no pretendemos refutar todas estas teorías (tal vez algunas), pero si pretendemos invitarlos a ser escépticos e investigar por su cuenta porque todas estas teorías son disparatadas. Para darse cuenta de la inverosimilitud de una teoría de conspiración no hace falta tampoco ser un investigador consumado, algunas se refutan desde el sentido común. Por ejemplo, hubo un tiempo en el que se decía que “los gobiernos” nos espiaban constantemente desde las redes sociales como Facebook. Bueno, si uno es un activista revolucionario relevante esto es plausible… pero realmente yo dudo mucho que hayan agentes del gobierno interesados investigar estados de Facebook como “me fui a bañar”, “hoy sale gym”, “hoy discoteca con mis amigas”, etc, y si este trabajo gubernamental ultrasecreto existe, realmente debe ser muy aburrido.

La existencia de falsas conspiraciones no quiere decir en absoluto, que no hayan existido conspiraciones reales (con evidencia confiable). Existieron conspiraciones como  “El Pacto secreto” Molotov-Ribbentrop: un tratado entre los nazis y los comunistas para repartirse Polonia antes de la Segunda Guerra Mundial. También el asesinato de Giaccomo Matteoti por parte de Mussolini, la Operación Condor (influencia de la CIA y los economistas libertarianos estadounidenses en las dictaduras latinoamericanas), el intento de encubrimiento por parte del gobierno francés tras las acusaciones de Émile Zola en el caso Dreyfus,  los esfuerzos de la policía secreta del zar para fomentar el antisemitismo presentando los Protocolos de los sabios de Sion como si fuera auténtico, o las conspiraciones del gobierno estadounidense y el FBI para desmantelar a los Panteras Negras -grupo de activistas que defendían los derechos de los negros-. En fin, conspiraciones basadas en evidencia existen. El problema, es cuando no hay evidencias confiables para fundamentar conspiraciones, y el principal problema, es que la gente las crea acríticamente.
La causa principal de la moda de las teorías de conspiración es que nadie habla de conspiranoia. El tema está, más allá de los círculos escépticos, casi nulo de debate, más que nada, porque las teorías conspiranoicas se abusan de la ignorancia general de la gente sobre los temas que tratan, lo cual hace que cuando un conspiranoico trate de convencer a otra persona, lo logre, dado que esta persona probablemente no tenga idea sobre lo que le están diciendo.

El método conspiranoico

Para los conspiranoicos la mayor evidencia siempre será la falta de evidencia. Cuando un teórico de la conspiración intenta convencer, siempre recurrirá a varias estrategias retoricas bien conocidas por los escépticos. Por ejemplo, afirmar que su teoría es verdadera teniendo como base únicamente su paranoia y el silencio del resto. Si el gobierno no habla sobre los chemtrails es porque lo ocultan y por lo tanto es verdadero, nunca pensaran que los gobiernos no hablan sobre los chemtrails porque la creencia en que las estelas de vapor de agua en verdad son químicos que diezman la población es realmente absurda. Si el gobierno y la NASA no hablan sobre extraterrestres no es porque nadie sepa nada sobre ellos, sino porque “nos lo ocultan”. Si los científicos no prueban que el flúor en el agua es venenoso, no es porque no lo sea, sino porque están escondiendo algo, y así. Los conspiranoicos, como bien nos dice su nombre, recurrirán siempre a la paranoia, todos están contra ellos y todos los que se opongan a sus ideas son parte del complot o están pagados por las elites. Si los historiadores serios no niegan el holocausto nazi como los pseudohistoriadores neonazis, es porque son parte del complot. Si alguien niega que los transgénicos sean sinónimo de veneno, es porque trabaja para Monsanto. Si Wikipedia no deja publicar sus patéticas historias como si fuesen verdaderas, es porque Wikipedia es de los Illuminatis. Jamás se atreverían a pensar que están equivocados y siempre recurrirán a la tendencia de confirmación, si alguien los refuta ellos pensaran con más razón que están en lo cierto, ya que el resto son pobres inferiores que se creyeron “la historia oficial”, “la ciencia oficial”, “el discurso gubernamental” y son los “dormidos” que no “despertaron su consciencia”. Los teóricos de la conspiración siempre barnizan sus discursos con el dogma, nunca sus postulados podrán ser refutados, todo intento de refutación es simplemente una estrategia del enemigo. Esta tendencia de pensamiento tan fanática  realmente llega a ser muy peligrosa. Los conspiranoicos se mantendrán fijos en su postura no solo por paranoia, sino porque creer tantas cosas extrañas y pensar tan profundamente que están en los cierto les brinda un autoestima especial, ellos se creen realmente superiores al resto, son los únicos “despiertos” y son los que saben cosas que el resto no sabe. Este sentimiento de superioridad tan peligroso es una de las principales razones por lo que es tan difícil convencer a un conspiranoico que ha sido engañado como un idiota.

Además de la paranoia y el sentimiento de superioridad, la principal estrategia que usan los teóricos de falsas conspiraciones es abusarse de la ignorancia y la credulidad:
Las teorías conspirativas son siempre preferidas por las personas más ignorantes como modo de entender lo que está pasando sin tener que aprender ciencias o entender de política o economía. La conspiranoia no solo no necesita conocimientos previos, sino que los conocimientos previos son perjudiciales para la aceptación de las teorías de conspiración. Una persona que sabe física jamás llegaría a creerse que hay gente viviendo en el interior de la tierra que es ocultada por los gobiernos, ya que es físicamente imposible. De este modo los teóricos de la conspiración captan de adeptos siempre gente inculta de modo que sea más fácil inculcarle que todo el resto, excepto ellos mismos, están equivocados. Como historiador sociológico Holger Herwig encontró, estudiando explicaciones alemanas para el origen de la Primera Guerra Mundial, que «aquellos eventos que son más importantes son más difíciles de entender y atraen la mayor atención de inventores de mitos y charlatanes».
Una persona crédula que no maneja las herramientas del escepticismo es sumamente propensa a dejarse engañar por los teóricos de la conspiración, ya que no maneja ni la capacidad de pensar críticamente y poner en duda las afirmaciones o la conexión lógica de los hechos (los autores conspiranoicos suelen tergiversar datos históricos y añadirle información inventada para volver sus teorías creíbles y atractivas, de esta forma la mezcla datos reales y datos tergiversados con conclusiones falsas puede engañar fácilmente a los ingenuos), ni posee conocimientos de investigación crítica para dar con las fuentes de sus afirmaciones y juzgar las supuestas evidencias. Por lo general, una teoría de conspiración no utiliza fuentes, y en el caso de utilizarlas son fuentes que llevan directamente a otros teóricos de la conspiración volviendo la búsqueda un círculo vicioso que jamás sale del ambiente de la conspiranoia.

Otro de los problemas del método conspiranoico basado en la falta de evidencia y sustentada en la estética de la teoría (no tiene pruebas pero suena bien, es interesante y apasionante), es que como no hay ningún filtro racional que sirva para justificar coherente y realistamente las creencias, no hay forma de justificar el por que creemos solo algunas conspiraciones y no todas.Si no nos basamos en la evidencia para aceptar conspiraciones sino simplemente en que suenan bien, ¿Por qué no aceptamos todas las teorías conspiranoicas extremadamente carentes de evidencia pero con estética y coherencia interna? Si lo hacemos podríamos acumular tantas conspiraciones que llegaría un punto donde varias serias contradictorias entre sí.  Esto podría denominarse la paradoja del conspiranoico. Si uno cree en la conspiración de que hay una cura para el SIDA pero los laboratorios nos la ocultan, no puede creer a su vez que el SIDA no existe ¡y existen ambas teorías de conspiración! Para salir de esta contradicción una persona coherente buscaría cuál de las dos teorías posee más evidencia, pero solamente para no convivir con dicha incoherencia interna. Si tal persona aplica este principio característico de quien posee honestidad intelectual y escepticismo, debería rechazar toda teoría conspiranoica.
Acumular creencias irracionales e infundamentadas solo porque suenan bien y queremos creerlas nos lleva inevitablemente a tener millones de creencias contradictorias entre si y un completo caos mental que nos aleja más de la realidad cuanto más creencias tengamos.
Otra posible paradoja del conspiranoico es más simple: ¿Qué le garantiza a los conspiranoicos que no hay una conspiración para hacerles creer en conspiraciones idiotas?

Actualmente es común encontrar teorías conspiranoicas difundirse viralmente por internet en producciones alternativas de pseudodocumentales, por ejemplo el pseudodocumental “Zeitgeist: the movie”[2]. También abundan en Youtube otros videos de formato pseudodocumental un tanto más casero (con Loquendo y Movie Maker) sobre reptilianos, illuminatis, masones satánicos (que probablemente coman niños o algo por el estilo) etc., y pueden presentarse con títulos atrayentes como “La verdad que te ocultan” o “Lo que los gobiernos no quieren que sepas”. Estos pseudodocumentales usan evidentes técnicas de manipulación para sumirnos y que nos confiemos en todo lo que se dicen sin cuestionarlos. Las técnicas utilizadas generalmente consisten en mezclar imágenes impactantes y efectos especiales propios de las películas de ficción con música apocalíptica y preguntas retóricas apuntando a que cuestione la realidad. Luego se pasa a dar datos, una vez que el espectador haya caído en la credulidad y la confianza -fruto de la incertidumbre inducida- acaba por asimilar acríticamente todo lo que se le dice. Lo que contienen esos pseudodocumentales, acompañados de testimonios de gente simpatizante de las teorías de la conspiración o cortes de otros discursos, pueden ser desde tergiversaciones de la historia hasta verdades a medias y falacias que no encuentran la resistencia del individuo para ser asimiladas. La estrategia de la que más se abusan es el bombardeo de información y el sensacionalismo, la información se presenta tan rápida que no podemos analizarla, en cambio, las conclusiones son afirmadas miles de veces con gran énfasis, lo que las vuelve totalmente convincentes. Otra estrategia usada para darles demagogia a las teorías es que utilizar el discurso de la izquierda y la subversión para darle “un toque revolucionario”.  Si indagamos más al buscar información sobre los teóricos de la conspiración, nos damos cuenta de que son conferenciantes que viven de ello, vendiendo esas teorías como un simple producto y haciéndose ricos con libros llenos de mentiras. Para colmo, a ellos se les unen toda una pandilla de reaccionarios y conservadores que utilizan ese discurso pseudo-revolucionario y simplista para captar y confundir adeptos.


Toda la culpa la tienen ellos

Para los conspiranoicos toda la culpa del mundo siempre la tienen seres totalmente alejados de la sociedad como la conocemos. Un ejemplo de esto es creer que todo lo malo que pasa se debe a grupos como los “Masones” y los “Iluminati”. Esto un hecho extremadamente curioso. Todas las teorías conspiranoicas sobre iluminatis y masones están teñidas de un aparente tinte liberalista, pero veremos que de liberalistas no tienen realmente nada. Supuestamente estos grupos son judíos (más abajo profundizaré en el antisemitismo conspiranoico) que nos dominan, aunque no todos los conspiranoicos estén de acuerdo en que estos grupos sean exclusivamente de judíos, algunos dicen que son extraterrestres. Según ellos, ésta súper-elite de tiranos todopoderosos nos controlan a todos como un títere en un lugar muy alejado y desde las sombras, cosa que las pobres personas normales ni se enteran, a excepción de los iluminados conspiranoicos.
Muy curioso es que los Illuminatis no existen en la actualidad (o por lo menos no hay evidencia sólida), pero si existieron en el siglo XVII, conocidos como “Illuminatis” o “los Iluminados de Baviera”. Y no eran precisamente una elite de dictadores supersecretos, sino un grupo de ilustrados que se oponían a la superstición, los prejuicios, los abusos de poder, los abusos de la religión y la desigualdad entre los sexos. Los Illuminatis eran mucho más progresistas que los snobs pseudoprogres conspiranoicos que se oponen a ellos, aunque ya no existan.

iluminatis

Otro foco de paranoia conspiranoica son los ya casi inútiles masones. Los masones son una logia que nace, como la conocemos actualmente, en el siglo XVIII, aunque la historia de su construcción se remonta al siglo XV.  Se les ha inventado una historia falsa que los remonta hacia el antiguo Egipto, pero no es más que un mito, algo similar se ha hecho con el libro de esoterismo el Kybalion que algunos remontan hacia el antiguo Egipto cuando en realidad fue escrito en el siglo XIX. Los masones tuvieron su auge en el siglo XVIII durante el Iluminismo y la Revolución Francesa y durante el siglo XIX, pero hoy en día son una secta minoritaria y su poder es minúsculo. Para una muestra de su decadencia basta ver que cuando en el 2015 el gobierno kirchnerista en Argentina eliminó la ley 1.420 que garantizó la educación laica en el siglo XIX, los masones argentinos sacaron un comunicado[3] indignados por el hecho (la Ley había sido impulsada por el xenófobo prócer masón Sarmiento), y aun así el gobierno no hizo absolutamente nada.  La influencia de los masones esta exageradísima, y los que los satanizan en verdad no saben básicamente nada de ellos, si entraran a la masonería se llevarían una gran decepción. La masonería no es mucho más que una secta teísta (con excepciones, algunas son cristianas, otras siguen un tipo particular de teísmo –creen en un dios llamado “El Arquitecto”-, a otras no les interesa cosmovisión religiosa en particular, la masonería es heterogénea y depende de la logia) donde se juntan a estudiar un ocultismo rebuscado y leen ética tradicionalista (defienden los valores de la familia, la nación etc.), mientras dicen apoyar la igualdad y la libertad cuando gran parte de ellos no dejan entrar mujeres (vaya contradicción) y defienden un nacionalismo patético. La masonería no es mucho más que un grupo que opera bajo el sentimiento de pertenencia como lo hacen las religiones, las sectas y hasta los clubes de futbol. Los conspiranoicos que satanizan a la masonería no hacen otra cosa que, sin saberlo, seguirle el juego a lo que la iglesia católica, el islamismo y los grupos de ultraderecha quieren que crean, ya que los masones tienen una larga historia de tensiones con la iglesia, el islam y los gobiernos fascistas, como el del dictador español Francisco Franco (conocido enemigo de la masonería). Los masones aunque muy conservadores, son muchísimo más liberales que muchos de los que luchan contra ellos. Algo que deja bien en claro esto, es el hecho de que Agustín Barruel, el pionero en esto de denunciar “conspiraciones” “iluminatis” y “masónicas”, era un sacerdote jesuita que se oponía al iluminismo por representar todo lo contrario al conservadorismo que éste defendía. Barruel creía en una “conspiración de filósofos” y ateos. Esta es la base del conspiracionismo anti-iluminati, un exponente de la más retrógrada contrailustración religiosa.

Pero la irracionalidad conspiranoica va mucho más allá de echarle la culpa de todo a sectas terrestres. Entre los conspiranoicos es común creer que los humanos son en realidad controlados por una raza de reptiles intergalácticos. Si, así de absurdo. Esta maravillosa historia de ficción tiene de creador al charlatán con todas las letras Zecharia Sitchin, ufólogo  y escritor de ciencia ficción disfrazada de “historia alternativa”. Sitchin es conocido por brindar toda la teoría pseudocientífica que serviría de base para el nefasto programa “Alienígenas Ancestrales”[4], del patético canal History Channel. Estos extraterrestres inventados por Sitchins se conocen como “Anunnakis”, y según el no solo dominan el mundo, sino que son los creadores de la raza humana, y todo esto solo se sostiene sobre las conjeturas anticientíficas de Sitchins sobre la cultura sumeria. Me parece que no hace demasiada falta aclarar que sus disparates son objeto de burla de cualquier persona que sepa un mínimo de historia. La teoría de los Anunnakis no tiene ni pies ni cabeza, y además de eso, no es ninguna teoría inocente. El creer estas imbecilidades trae graves consecuencias, como demostré en otra sección de este artículo.

Judíos, judíos, judíos…  El antisemitismo conspiranoico

Algo importante a tener en cuenta es que mucha de las teorías conspiranoicas teñidas de “revolucionarias” son discursos que provienen de la derecha neonazi. Se caracterizan por mencionar a judíos o judeomasones como hegemónicos y perversos dominantes del mundo, que todo lo controlan y que tienen la culpa de todo por ser los seres más malvados del universo. Estas teorías suelen estar preñadas de un fuerte nacionalismo y están íntimamente relacionadas con la pseudociencia del negacionismo del Holocausto Nazi, del cual hablaré más abajo.  Siempre que una teoría conspirativa solo presente como responsables de TODOS los problemas a judíos, judíos y judíos (como hace David Icke, explicito negacionista del Holocausto Judío y conocido por defender el cuentito de los reptilianos) es porque proviene de sectores ultraconservadores antisemitas, no porque sean “progresistas” que buscan el bien común.

Uno de los principales “documentos” en los que se basan estos antisemitas conspiranoicos es el ultra-falso libro titulado Los Protocolos de los sabios de Sion. Esta obra habla de unas supuestas reuniones de “los sabios de Sion” en los que se describen conspiraciones judías cuyo plan es dominar el mundo. No es ninguna casualidad que haya sido el libro favorito de Hitler y que haya inspirado el nazismo. Su creación se atribuye a la Ojrana (la policía secreta del zar), y fue  publicado en 1902 en la Rusia Zarista con un claro objetivo: justificar los linchamientos y los ataques que estaban sufriendo los judíos e instaurar el miedo al comunismo. Desde hace tiempo se sabe que es innegablemente un plagio del libro francés titulado Dialogo en los infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Además del obvio plagio, el libro no posee ningún sentido racional, ya que acusa a los judíos controlar la masonería y el comunismo, a pesar de que el comunismo defienda el ateísmo y la anti-religión y la cosmovisión masónica no se acerca mucho a la cosmovisión judía. El libro claramente es una forma no solo de fomentar la xenofobia antisemita sino de justificar el miedo al “amenazante comunismo”.

Otro delirio ultraconservador de los conspiranoicos antisemitas que rebosa de inconsistencia y sinsentido es la afirmación sin ninguna base de que los grupos feministas y de LGBT son financiados por judíos -en alguna especie de plan maligno-. Es completamente absurdo pensar que los judíos, y más los ortodoxos que son sumamente conservadores -en lo sexual- y machistas, van a tener interés en difundir algo tan contrario a sus intereses culturales. En efecto, los judíos ortodoxos realmente no tienen ningún interés en promover grupos feministas o de activismo por la diversidad sexual. Incluso hace poco hubo un caso de un judío que se infiltro a apuñalar gente en una marcha del orgullo gay en Jerusalén (¿acaso quería asesinar a la gente de una marcha que el mismo organizo?). Este disparate conspiranoico es una simple táctica de la ultraderecha para provocar odio a los grupos que discrimina, tanto feministas, como LGBT y judíos, históricamente, los blancos de la ultraderecha.                                       

Conspiranoia y pseudociencia

Las teorías conspirativas están íntimamente relacionadas con las pseudociencias, básicamente se construyen con los mismos métodos y comparten los mismos espacios (blogs y revista de lo “misterioso y paranormal”).  Siendo que uno de los requisitos para crear una teoría de conspiración es que tenga una mínima apariencia de verosimilitud (aunque muchas no cumplen siquiera este requisito), los conspiranoicos suelen aferrarse a la pseudociencia, otro montón de teorías igual de falsas, dogmáticas y fantasiosas que recurren a artimañas similares para aparentar coherencia. Un ejemplo es el negacionismo del holocausto nazi, una teoría pseudocientífica de revisionismo histórico pro-nazi que intenta demostrar, contra toda solida evidencia histórica, que el holocausto nazi nunca pasó y que hay una conspiración judía en la historia que da éste por hecho. Sin lugar a dudas una de las más indignantes teorías de conspiración, ya que tiene como única finalidad la propaganda nazi y el antisemitismo. Es de las que más merece ser combatida junto con el también pseudocientífico negacionismo del cambio climático antropogénico, que pone en jaque nuestra supervivencia como especie, y la antivacunación, que con su torpeza anticiencia y su superstición infundamentada de que las vacunas causan autismo ya viene causando muchas muertes evitables.
El timo conspiranoico y pseudocientífico del negacionismo del calentamiento global tiene fuertes vinculaciones con los llamados “libertarios” o “libertarianos”, un colectivo que se considera de derecha y que rechaza la regulación de la economía por parte del Estado. Cuentan con su Partido Libertariano (o Libertario) y su ideología sigue a la Escuela de Chicago (las doctrinas de Friedman sobre la economía), la Escuela Austriaca de Economía y en los casos más extremos el “Anarcocapitalismo” de Rothbard (estos últimos se diferencian de la Escuela de Chicago en que son mucho más extremas y defienden la extinción total del Estado, y no que su papel se relegue únicamente a su función represiva, es decir, manteniendo los cuerpos policiales, de inteligencia, el ejército, el sistema judicial y las prisiones). Dicha ideología defiende la propiedad privada de los medios de producción, el individualismo y la no regularización del mercado y la economía. Según dicen la intervención de un gobierno en la economía la corrompe, pero no todos se ponen de acuerdo en hasta qué punto el Estado es o no necesario. El negacionismo del calentamiento global que sostienen muchos libertarios consiste en decir que los humanos no son responsables del cambio climático, o incluso que el cambio climático no existe[5]. Esto tiene un claro fin: confundir a las personas para permitirles a las corporaciones hacer lo que quieran sin necesidad de cumplir las normas e intervenciones que impone el Estado para prevenir el calentamiento global y la contaminación del medio ambiente. Esto es porque el libertarianismo (también llamado neoliberalismo) es en gran parte la ideología que sostienen los dueños de corporaciones y otros multimillonarios que todo lo que les interesa es no pagar impuestos y hacer con sus empresas lo que se les da la gana, aunque eso vaya contra el resto de la población, cosa que no les importa ya que su ideología exalta el individualismo y el no sentir compasión. No es de extrañar que la gran mayoría de los llamados libertarios sean de clase alta. Los grupos libertarios tienen cierto historial de financiar falsos “científicos” y divulgadores para que digan que “el calentamiento global no existe” o que “no hay evidencia de que sea causado por los seres humanos”. ¿Y toda la evidencia existente que afirma lo contrario? Bueno, según ellos es parte de la conspiración, lo que el “gran fraude científico quiere que creas”. Lo que buscan los negacionistas es que la gente crea que no existe, así cesan las manifestaciones y las leyes contra la deforestación, la explotación desmedida de recursos, la contaminación incontrolada producida por las empresas, etc. El calentamiento global existe, y es causado en gran parte por nosotros los humanos, el consenso científico no duda de ello.  El negacionismo del calentamiento global no es el único timo conspiranoicos usado por los libertarios, también recurren a todo tipo de historias que les sirvan para sostener su postura anti-impuestos, como buenos individualistas.

Otra teoría particularmente pseudocientífica y delirante es la de los “intraterrestres”, que vendrían a ser como seres extraterrestres, pero que viven dentro de la tierra (y sí, hay gente que cree esto). Esta fantasía se sostiene en la teoría pseudocientífica de que la tierra es hueca. Y claro, si los simples mortales no conspiranoicos ni nos enteramos de esto es porque los gobiernos en un complot mundial nos “lo ocultan”. Como deberíamos saber, estas historias, aunque atractivas, pasan por alto todo lo que sabemos de geofísica, pero bueno, a los amantes de lo misterioso, paranormal e incomprobable poco les importa la ciencia cuando se trata de defender historias absurdas.

Los conspiranoicos comparten con otros pseudocientíficos la absoluta negación de la evidencia, por ejemplo la conspiración que nos quiere hacer creer que la fluoración del agua causa daños, cuando en realidad evita que tengamos caries y toda la evidencia indica que la cantidad de flúor que se utiliza en el agua no causa absolutamente ningún tipo daño. La relación entre conspiranoia y pseudociencia es increíblemente estrecha, no solo los conspiranoicos recurren a la pseudociencia, sino que los pseudocientíficos se comportan como conspiranoicos. Siempre que a un pseudocientífico se le presenta evidencia este recurre a argumentos conspiranoicos del tipo “eso es lo que las farmacias quieren que creas”, “esos datos están manipulados por el todopoderoso gobierno”, etc. Ante la crítica, como buenos dogmáticos, siempre la paranoia reemplaza a los argumentos racionales.

Graves problemas de la conspiranoia

Los teóricos de falsas conspiraciones directamente nos mienten en la cara. La gran mayoría tergiversan los datos no  por error, sino para enlazar sus argumentos, para pretender demostrarlos, para que les creamos, para mentirnos. De todas formas, no hay que descartar la posibilidad de que algunos de los teóricos de falsas conspiraciones si se crean sus mentiras, y por medio de falacias no intencionales, sesgos y disonancias cognitivas intenten “revelarnos su verdad”. Lo cierto es que la conspiranoia es muy nociva, principalmente porque son mentiras que se difunden bajo la apariencia de revelaciones, y las mentiras nunca son buenas. Toda mentira trae consecuencias, en el caso de las falsas conspiraciones: vuelven a las personas cada vez más crédulas (si alguien empieza a creer que todo lo “oficial” o científico es manipulado, se cree fácilmente cualquier cosa que le diga cualquier blogger completamente ignorante y paranoico o algún charlatán de lo paranormal), distraen de los problemas reales, generan comportamientos de escándalo patéticos, hacen perder tiempo a personas luchando contra enemigos inexistentes, generan conductas peligrosas como llevar dietas insalubres o dejar de tomar medicamentos, vuelven a la gente miedosa y ultra paranoica, etc.

Muchas de las teorías de conspiración nos quieren hacer ver que el mundo está mal, de eso nadie duda: la política no es realmente democrática, muchas corporaciones en plan de solo aumentar ganancias ignoran el bienestar humano y medioambiental, la corrupción es la regla general, el medioambiente corre severo peligro, las riquezas cada vez están distribuidas de forma menos igualitaria, los animales se están extinguiendo masivamente y un largo etc. En fin, que muchas cosas del mundo estén mal, nadie lo duda, pero no por eso debemos dejarnos seducir por cualquier teoría que pretenda mostrarnos de manera exagerada, ficticia, simplista y superficial el qué y el porqué está mal, y lo que supuestamente debemos hacer para evitarlo. No necesitamos mentiras que nos digan que el mundo está mal, basta con las verdades.  La lucha por un mundo mejor se hace con verdades.

Un problema muy grave de la conspiranoia es que nos distrae de los problemas reales y sus causantes echándole la culpa a seres inalcanzables como a los “anunnakis” y a otros extraterrestres con los que nunca podremos luchar (ya que no existen), a gente super-secreta de la que nada se sabe, a poderes increíbles que nos manipulan, en fin, nos hace creer que siempre el problema está allá fuera, muy, muy lejos. Cuando en realidad el problema está muy cerca, somos nosotros, nosotros somos los que podemos influir en el mundo, pero la conspiranoia mantiene a la gente luchando en la nada, contra nadie, en lugar de pretender luchar contra las personas y los hechos reales detrás de todo esto, contra las leyes injustas, los comportamientos aberrantes de las corporaciones, los sectores políticos específicos, los problemas medioambientales, etc.  Hay un capítulo genial de South Park en el sus creadores se mofan de los conspiranoicos y el atentado del 11-s, en el sueltan una frase fantástica, decía algo así: “El gobierno quiere que la gente crea en conspiraciones para que estén convencidos de que ellos tienen el poder absoluto”. A los poderes que nos oprimen les encanta que les tengamos miedo y los estimemos en demasía, el conspiracionismo aporta a esto.
Es de considerable importancia luchar contra la conspiranoia, tratar de difundir el pensamiento crítico sobre todos aquellos que conozcamos y veamos que estén perdidos en la creencia en falsas conspiraciones. Las mentiras se combaten.
En fin, la conspiranoia no es más que una consecuencia de la falta del escepticismo de la gente, de no tener pensamiento crítico para analizar la información que se recibe, y mientras haya más facilidad de información y menos pensamiento crítico, la conspiranoia va a crecer.
Así que dejemos de echar culpas a seres ficticios, y hagámonos responsables del mundo que está en nuestras manos cambiar… el problema está acá, no allá afuera.

conspr

[1] http://circuloesceptico.com.ar/2013/04/el-engano-de-los-chemtrails

[2] Para ver una admirable refutación a Zeitgeist, ver “Zeitgeits Contrastado” en el blog de Natsufan y Chemazdamundi

[3] http://www.masoneria-argentina.org.ar/blog-gla/195-intentan-eliminar-la-educacion-laica

[4] Chris White se tomó el honorable trabajo de refutar las mentiras y estupideces de Alienígenas Ancestrales en una serie de documentales traducidas al español por el gran escéptico mexicano Javier Delgado, pueden encontrarlos en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=NZPkZIi8aso

[5] Para ver una refutación al negacionismo del CCA pueden leer los artículos del Circulo Escéptico Argentino: http://circuloesceptico.com.ar/2014/02/ciencia-basica-cambio-climatico-calentamiento-global http://circuloesceptico.com.ar/?s=los+libertarios+y  y http://circuloesceptico.com.ar/2014/02/libertarios-desinformacion-calentamiento-global

Sospechando de los maestros de la sospecha


El filósofo fenomenonológico y hermenéutico Paul Ricoeur pareció ser el primero en utilizar el término “maestros de la sospecha” para caracterizar a la arbitraria triada Marx, Freud y Nietzsche en su libro “Freud: una interpretación de la cultura”.  Ricoeur se refería a estos tres en un sentido más específicamente hermenéutico, pero rápidamente el termino se hizo popular, se generalizó y muchos en la actualidad los consideran a los tres como los “maestros de la sospecha” en sentidos más amplios. Según algunos de ellos, Marx introdujo la sospecha de que la consciencia se enmascara tras los intereses económicos, que el sentido oculto de la ideología se esconde tras procesos político-económicos, y que el capitalismo fuera el único sistema macroeconómico posible. Freud, -supuestamente- que la conciencia se enmascara tras la represión de lo inconsciente. Y Nietzsche, que la misma se enmascara tras el resentimiento del débil, los valores de la Ilustración, la metafísica y la moral judeocristiana. Y claro, los tres pusieron en duda a la religión. Pero, de estos supuestos maestros de la sospecha, yo mismo sospecho. Para empezar es graciosa la mezcla entre Freud, Nietzsche y Marx en la triada, ya que si se conocieran se odiarían. Nietzsche despreciaba desde los movimientos socialistas y comunistas hasta incluso los anarquistas, puesto que con Marx no encaja. Freud, entre otras cosas, le regaló una obra propia a Mussolini en 1933, declaró que los pobres no merecían psicoanalizarse[1] y que las masas deseaban ser gobernadas por un poder irrestricto con ansias de extrema autoridad[2] (me gustaría saber qué pensaría Marx de esto).
En realidad, estos tres autores no tienen mucho que enseñarnos sobre la sospecha. Sin ir más lejos, el único autor que es rescatable de los tres es Marx, que se interesó de manera mucho más seria por sospechar y comprender, aunque algunas de sus ideas no fueran del todo acertadas y científicas. En la actualidad su doctrina casi está en ruinas, hace tiempo dejó de ser fértil. El marxismo está cada vez más cerca del dogma que de la sospecha, sus seguidores jamás sospecharían de su doctrina en sí misma por ejemplo. Incluso, sobre la sospecha en el sentido más amplio Marx no tiene mucho que ofrecernos, su campo de estudio, donde introdujo sus más fuertes sospechas, fue más bien limitado a lo socioeconómico.
Freud, si merece ser considerado maestro de algo no es precisamente de la sospecha, sino de la fantasía pseudocientífica y la mentira. Su supuesta sospecha se enmascara detrás de sus delirios. Hay quienes creen que las ideas tanto de Marx como de Freud son igualmente fraudulentas. Yo no estoy de acuerdo, Freud era un mentiroso y un inventor desde la raíz de su teoría. Ignoraba las refutaciones a su trabajo por consciente deshonestidad. En cambio Marx más bien estaba simplemente, en algunas cuestiones, equivocado. Si bien las ideas del valor-trabajo, materialismo dialectico, etc. son erradas, él tenía buenas intenciones y era mucho más honesto que Freud.  También hay quienes llegan a decir que Freud con sus textos de sexualidad desafió los valores morales en tiempos oscuros. Si lo escuchara el Marqués de Sade se revolcaría en su tumba, y eso que ambos son escritores de ficción.
Nietzsche no era más que un poeta que jugaba  a ser filósofo, no un verdadero icono de la sospecha, más bien es icono de la irracionalidad contra-ilustrada y la inmoralidad bruta, precursora del pensamiento fascista. No tiene mucho que ofrecernos si lo que buscamos es una sospecha racional.
Tal vez de estos tres autores lo único rescatable que los une sean las críticas a la religión, pero tampoco fueron los primeros ni los únicos. Schopenhauer era ateo antes que Nietzsche. Bakunin criticó la religión mucho más duramente que Marx, y por supuesto mucho antes y mejor que Freud.  La crítica hacia la religión se lo debemos mucho más a los pensadores de la Ilustración como Hume, que a estos tres autores.
Dada la pobreza que tienen para enseñarnos a sospechar debidamente, decidí proponer otros tres autores que yo considero, de forma personal, mis maestros de la sospecha (racional).  Ellos son el eminente científico y divulgador Carl Sagan, el físico y filósofo Mario Bunge, y  el mago y escéptico James Randi. ¿Por qué ellos? Porque lejos de enseñarme a dudar sobre un tema en particular, y lejos de hacerlo tras el  escudo de la irracionalidad o el fraude, ni estancando su validez en las fáciles críticas hacia la religión; lo hicieron mediante la duda y la sospecha refinada, o sea, racional y empírica, que es el escepticismo científico. Del que los considero, en gran parte, padres.
En primer lugar, Carl Sagan fue además de un inigualable –hasta la actualidad- divulgador científico, excelente astrónomo, cosmólogo y astrofísico, así como también pionero de la exobiología[3]. Fue un destacado crítico del pensamiento new-age en su época floreciente, de la pseudociencia (incluido el psicoanálisis), de la superstición, de la religión y de la irracionalidad en general. Magnifico filósofo inconsciente de serlo,  admirable escritor, adelantado en advertir popularmente las consecuencias del cambio climático antropogénico y trabajador dentro de numerosas e importantes misiones espaciales como el proyecto Voyager I y II, Mariner IX, Viking I y II y Pioner X y XI. Fue sin duda una de las figuras más destacadas de la ciencia en la segunda mitad del siglo XX y figura pilar dentro del escepticismo a nivel mundial.  Su estilo de honestidad, amabilidad y humildad son inspiración constante para varias generaciones de personas dedicadas a la divulgación y la crítica de lo paranormal, pseudocientífico, místico y supersticioso; por estas y otras razones sus libros siguen siendo lectura obligatoria para los interesados en el escepticismo racional.  Su obra es extremadamente rica, desde el punto de vista tanto de la divulgación, como de la filosofía, su pensamiento claro y su asombrosa cantidad de conocimientos tan asimilablemente expuestos lo hace una influencia inestimable. Lo considero, junto con Russell (el llamado Voltaire del siglo XX), como uno de los más eminentes representantes del proyecto de la Ilustración y el humanismo secular en el mundo moderno.
En segundo lugar, Mario Bunge es sin duda un auténtico maestro de la sospecha en el sentido más amplio.  Su trabajo filosófico consta de alrededor de 60 libros donde expone de manera tajante la más soberbia y pulida filosofía realista, escéptica, sistémica, exacta, humanista, materialista y cientificista. Pocos pensadores se salvaron de su cortante navaja filosófica, criticó sin piedad a los considerados intelectuales más importantes de la historia, curiosamente, entre ellos Marx, Freud y Nietzsche. Aunque tampoco se salvó Hegel, Heidegger, Husserl, Foucault y prácticamente nadie que haya inspirado un gramo de pensamiento débil. Las escuelas de pensamiento como la fenomenología, la hermenéutica (Ricoeur no se salvó ni un poco), el posmodernismo en general y otras tantas fueron arrasadas por sus criticas  Las pseudociencias fueron un tema central de su filosofía llevándolo a elaborar el criterio de demarcación científica más completa de la actualidad superando ampliamente a Popper. Además de un trabajo asombroso en el campo filosófico, Bunge considera que no hay filosofía sin ciencia, destacándose también como científico con dos libros de física, “Cinemática del electrón relativista” y “Fundations Of Physics” (de los cuales ninguno de los dos es de divulgación), y con más de 50 publicaciones originales de física, ciencias sociales y fundamentos de la ciencia en revistas internacionales de gran prestigio (incluidas Nature y Canadiense Journals of Physics).  Si hay alguien que me enseñó a sospechar de casi todo, fue Bunge, paladín del escepticismo científico-racional.
Finalmente, otro paladín del escepticismo es James Randi, mago y crónico refutador de fraudes. Expuso, en su época más activa, a casi todos los charlatanes paranormales de la época, incluido el famoso Uri Geller. James Randi es considerado el más influyente escéptico de lo paranormal, propuso un desafío de 1.000.000 de dólares para quien demostrara algo paranormal. Dicho desafío está aún vigente. No solo lo paranormal, muchas otras pseudociencias como la astrología, la homeopatía y la grafología sufrieron la demolición de Randi (la religión no quedó a salvo), que demostró públicamente y con excelentes experimentos y explicaciones la falsedad de estas. Randi es un supremo inspirador de sospecha, el mismo investigó por su cuenta, sin dejarse llevar por el resto, a cada personaje que andaba dando vueltas acusándose de tener algún tipo de poder especial. Incluso llevó a cabo un experimento social que demostraría al mundo lo crédulo que es. El mismo preparó a su pareja para hacerse pasar por un gurú new-age, le dio técnicas de engaño y lo expuso públicamente llegando a captar cientos de adeptos que lo seguían, y un determinado momento en se hizo evidente la presencia del seguimiento ciego, fanático e irracional de los crédulos, dio cuenta del fraude para demostrar lo fácil que es engañar a la gente con un falso chamán. Esto se lo conoce como el engaño Carlos. Algo similar a lo que hizo Allan Sokal en su famoso escándalo con los posmodernos. James Randi además, fue un gran escritor y un culto autodidacta en ciencias.
Estas personas, y no la tríada convencional, sí me parecen dignas de ser llamados los “maestros de la sospecha”. Muchos pensarán, y con razón, que mi tríada es arbitraria, y lo es. Muchos se preguntarían legítimamente porque no puse a Darwin, Einstein y Russell. Mi tríada no será perfecta, pero aún más arbitraria es la de Ricoeur. Sus tres autores propuestos, además de pertenecer a épocas bastante lejanas a la nuestra, me parecen más bien autores de culto de un snobismo pseudointelectual anacrónico, que aún le cuesta superar el pasado siglo XIX más allá del psicoanálisis. Como también, autores de culto de los posmodernos.
Considero, con razones, que la sospecha más refinada es la del escepticismo científico (o racional), cuya construcción y popularidad yace bastante estancada, tanto por el aún vigente culto a autores del pasado lejano cuyo interés por la verdad científica era limitado y en muchos casos (como en Nietzsche y Freud) totalmente nulos, como también por el pensamiento débil actualmente de moda.

[1] Fuente “Nuevos consejos sobre la técnica psicoanalítica” Freud.

[2]  “Psicología de las masas” Freud.

[3] A diferencia de otros divulgadores como Dawkins o Tyson, Carl Sagan si contribuyó de manera relevante a la ciencia más allá de la divulgación. Entre otras cosas haciendo grandes aportes en el estudio de la atmósfera de Venus, por ejemplo.

maestrso de la sospecha

(Para ver un ensayo mio sobre escepticismo ver: Algunas características del pensamiento escéptico)

[1] Fuente “Nuevos consejos sobre la técnica psicoanalítica” Freud.

[2]  “Psicología de las masas” Freud.

[3] A diferencia de otros divulgadores como Dawkins o Tyson, Carl Sagan si contribuyó de manera relevante a la ciencia más allá de la divulgación. Entre otras cosas haciendo grandes aportes en el estudio de la atmósfera de Venus, por ejemplo.

Algunas Características del Pensamiento Escéptico 

Nota: En este artículo me referiré con escepticismo al escepticismo metodológico, racional o científico, y no a la vertiente ya casi olvidada del escepticismo radical o sistemático (mal llamado filosófico).

En una cultura donde el pensamiento crítico, paradójicamente, es criticado, es entendible que el escepticismo pertenezca a una minoría. Pocos y nulos son los esfuerzos de los sistemas educativos para promover el escepticismo, y esto se ve claramente en el tipo de sociedad que tenemos: facultades que dan cursos de homeopatía, universidades de psicología repletas de psicoanálisis, librerías plagadas de best-sellers de estilo newage, volantes en la calle con propaganda de psíquicos y astrólogos, intelectuales posmodernos “superestrellas” de la charlatanería como Zizek y Darío Sztajnszrajber, perfiles de Facebook que exhiben todo tipo de hoax[1] de páginas pseudoperiodisticas y un largo etc. Actualmente se saca grandes provechos de la credulidad masiva, desde corporaciones que venden productos fraudulentos como Herbalife – o “HerbaLIE” para los entendidos-, hasta conferencistas ricos que hablan de temas que ignoran  y venden teorías sin respaldo a un público crédulo, y ni hablar de todas las pseudomedicinas y pseudoterapias que juegan con la salud de las personas a cambio de que estas les den un poco de su dinero y confianza. La charlatanería es un negocio multimillonario.  Esto lejos de ser pesimista, lamentablemente es una visión realista de lo que pasa en la actualidad. Pero, ¿Es esto nuevo? No, la  explotación de la credulidad por la charlatanería es tan vieja como el primer ser humano.
Lo que hace una gran diferencia de la credulidad y la charlatanería del pasado, y los mismos en la actualidad, es que en el pasado las culturas  tenían más justificación para sus supersticiones.  Todos nos reímos ahora, de la creencia antigua de que las enfermedades eran causadas por espíritus…. Bueno, no todos, todavía existe gente que cree que se enferma a causa de la magia negra. Pero casi todos. Gracias a que contamos en la actualidad con enormes y fantásticos avances de las ciencias muchas creencias y supersticiones antiguas quedaron atrás. Es fácil pensar porqué los antiguos creían que las enfermedades eran causadas por espíritus, ellos, a comparación de nosotros, no sabían nada.
Así, el conocimiento es una de las principales armas contra la credulidad, la explotación de la ignorancia, la superstición y la charlatanería en general. En la actualidad, a diferencia de en la antigüedad, el conocimiento está al alcance de la mano…. En el mouse por ejemplo. La disponibilidad de conocimiento y los avances del mismo en la actualidad es algo con lo que apenas se soñaba utópicamente en la antigüedad. Pero tampoco hay que creer que solo la información nos va a salvar. Casi tan importante como el conocimiento, es el saber pensar. Por ello, por más que uno se “haya comido todos los libros”, es susceptible de ser engañado. Además de saber y conocer,  es importante tener las herramientas para juzgar lo que sabemos y conocemos –o creemos saber y conocer-.
La enormemente útil herramienta que es el pensamiento crítico y su consecuencia, el escepticismo racional, lamentablemente es algo de minorías. Como decía, no es algo que se enseñe en los colegios por ejemplo. A esta altura parece más que evidente que la rigurosidad del pensamiento fuerte, racional y científico vende muchísimo menos que la superstición, el pensamiento mágico, lo irracional y las pseudociencias. Por esto es cosa de algunos intelectuales y aficionados escribir libros, revistas, blogs o notas sobre lo que entienden por escepticismo.
A todo esto ¿Qué es pensar escépticamente? Para establecer cierta estructura o característica del pensamiento escéptico es necesario apelar a la filosofía, ya que en definitiva, el escepticismo racional o científico es una postura filosófica. Lo que refuta la estrecha y errada visión de que el escepticismo propone a la ciencia superior a la filosofía en general (siendo que la ciencia se vale de la filosofía) o que la filosofía es algo inservible, como proponen algunos escépticos como Mauricio Schwarz. También es errada la idea de que el escepticismo radical, como el de Pirrot, debe ser llamado “filosófico” y el racional “científico”, ya que ambos son filosóficos a pesar de ser opuestos.
La antifilosofía es lamentablemente una enfermedad en constante expansión en los círculos intelectuales de la ciencia. Científicos y divulgadores como el cosmólogo Stephen Hawking[2]  y el físico y divulgador Lewrence Krauss la padecen. De todos modos esta epidemia es fácilmente entendible, basta ver la cantidad de charlatanes que se hacen pasar por filósofos y que enseñan en facultades, venden millones de libros, publican en prestigiosas revistas y opinan sobre temas que ignoran completamente. La enfermedad de la antifilosofía es solo una consecuencia de una enfermedad aún peor, el posmodernismo. Aún así, asumir que la filosofía no sirve porque muchos filósofos son charlatanes es una falacia de composición y una falacia de generalización apresurada. Aunque la filosofía yace en gran parte estancada en el culto a la personalidad, la escolástica, la obsesión por su pasado, el divague oscuro e irrelevante, las trivialidades pseudoproblemáticas y la charlatanería propia del “discurso” de los posmodernistas, en la filosofía aún queda mucho por rescatar y reconstruir.  La epidemia de la antifilosofía se combate más eficazmente haciendo buena filosofía que atacando a los antifilósofos.

El pensamiento crítico sobre el que se sostiene el escepticismo se vale de diversas herramientas filosóficas para poder analizar la veracidad de los enunciados. Como ser por ejemplo, lo que llamo las 3 navajas escépticas. Estas son:
1- Navaja de Hitchens: <Aquello que es ser afirmado sin evidencia, puede ser rechazado sin evidencia>.
2- Navaja de Hume: <Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias>
3- Navaja de Ockahm: <En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta>.

Estas 3 navajas nos servirán para desollar todo tipo de fraudes y engaños. Por ejemplo, nos podemos valer  de la navaja de Hitchens[3] para liquidar tranquilamente todo tipo de dogmas que pretendan inculcarnos. Si no hay evidencias ni argumentos sólidos, no tenemos razón para creer en algo si no queremos engañarnos a nosotros mismos. El escepticismo se caracteriza por apoyar las opiniones sobre las evidencias, y no por anteponer las opiniones a las evidencias.
La navaja de Hume[4] (erróneamente atribuida a Carl Sagan) reafirma la carga de prueba. Con ella podemos degollar cualquier pseudociencia en nuestro camino. Basta pedir a psicoanalistas, homeópatas u otros curanderos evidencias que permitan sustentar tantas afirmaciones extraordinarias para dejarlos expuestos en su fraudulencia.
La navaja de Ockahm[5] es un principio de economía mental, con ella descuartizamos tanto explicaciones exageradamente rebuscadas como hipótesis innecesarias. Podemos tranquilamente matar de una apuñalada la idea de dioses con ella. Si no hay forma de comprobar supuestos dioses existentes y nos debemos de valer de dos hipótesis: que existen o que no, evidentemente lo más racional sería inclinarse por el no. No tiene sentido suponer que existe algo de lo que no tenemos ni pruebas ni argumentos y que además, sabemos que por su naturaleza jamás las vamos a tener. Entre la hipótesis de que existe un ente inmaterial, dueño y creador del universo, invisible, misterioso (por lo tanto incognoscible), todopoderoso, con características humanas aunque sobrenatural y repleto de contradicciones y otras inconsistencias lógicas, y la hipótesis de un universo únicamente natural, es evidente cual cumple con el principio de economía mental. Si dijera que tengo duendes en mi patio, pero que estos son incognoscibles e inmateriales, no tendría forma de no quedar como un supremo ridículo, es sencillamente más racional el hecho de que este delirando o mintiendo.  La navaja de Ockahm también derrumba otras ideas como el solipsismo y la dominación por parte de sociedades ultrasecretas de las que poco o nada se saben. Ambos por ser extremadamente rebuscados. Es mucho más coherente pensar que el mundo existe fuera de nosotros, y un delirio absolutamente egocentrista suponer lo contrario. De todas formas, el solipsismo ya ésta prácticamente extinto. No así la idea de que nos dominan dioses o sociedades ultrasecretas. Ésta última también “peca” de ser exageradamente rebuscada, además de no tener ninguna evidencia que la respalde. Es sencillamente más simple, coherente y por lo tanto sano socialmente saber cuáles son las personas que concentran mayor poder y luchar por quitárselo que suponer que nunca sabremos quienes son, que son seres alejados, recluidos de la sociedad y hasta del planeta, como creen algunos delirantes conspiranoicos. Hay que tener bien en claro que la navaja de Ockahm no es una excusa para simplismos ingenuos, está siempre debe estar guiada por la razón y debe tener en cuenta las evidencias disponibles, no debe interpretarse de modo inocente y pensar que lo más simple es lo correcto, la mayoría de las veces la verdad no es nada simple. Esta navaja se utiliza cuando hay hipótesis en igualdad de condiciones y se descartan las más rebuscadas e insostenibles.

A continuación esbozaré algunas de las características del pensamiento escéptico con ayuda de la filosofía bungeana:

Cosmovisión (ontología) materialista:

El escepticismo se caracteriza por poseer la misma ontología que la ciencia y el humanismo secular, una ontología materialista. Para un escéptico, como para la ciencia, el mundo existe más allá de nosotros y está compuesto por cosas materiales y concretas que responden a leyes, estas son cognoscibles por lo tanto, en general pueden estudiarse y entenderse.
Un materialismo ontológico coherente es sistemista emergentista, es decir, reconoce que todo lo real (tanto fáctico como conceptual) forma parte de un sistema o es un sistema, y a su vez que los sistemas tienden a poseer propiedades emergentes que sus componentes aislados no tienen. Postula también que todos los sistemas se relacionan con otros sistemas, a excepción del universo –ya que por definición, este es todo lo que existe-. (Para ampliar la concepción de sistemismo y materialismo, aquí pobremente explicada, pueden consultar el Tratado de Ontología de Mario Bunge o su obra Sistemas sociales y filosofía. Para una ver leves discusiones a la ontología bungeana, en especial sobre su concepción ontológica del espacio-tiempo, pueden consultar la obra del astrofísico Gustavo Romero).
Para tener un materialismo coherente es necesario dividir la existencia en –por lo menos- dos categorías: existencia real y existencia conceptual. Solo la primera es propiamente real, por lo tanto material, mientras que la segunda son ficciones producto del cerebro; como ser: ideas, números, significados, etc.
En una ontología materialista no se admite la existencia fáctica de energías inmedibles e incomprobables propias del new-age y las religiones, como ser el “chi”, la energía de los “chakras”, la energía “pránica”, la energía “etérica”, el “aura”, el alma, fantasmas, fenómenos “psi”, etc. Siempre que se hablen de energías un escéptico deberá preguntar “¿Qué clase de energías? ¿Cómo las compruebo? ¿Cómo las mido?”, para descartar cualquier intento de atribuir esta palabra a misticismos irracionales inexistentes.  Tampoco se aceptan entes, seres, fenómenos o propiedades que no responden al mundo material y concreto, y que por lo tanto la evidencia de su existencia es nula, esto incluye “universos paralelos” o “dimensiones” indemostradas e indemostrables. En el materialismo no se aceptan ficciones supersticiosas que sirven como intento inviable de explicar lo incomprendido.
Lo contrario a una ontología materialista puede ser una ontología idealista. Una ontología idealista da lugar a entes inmateriales como dioses y espíritus que no pueden ser cognoscibles ni objetiva ni empíricamente, lo cual para cualquiera que goce de un mínimo escepticismo, es disparatado. Sobre este aspecto hay una gran discusión. Principalmente, la de si se puede ser teísta y escéptico. La verdad, yo estoy del lado de los que no consideran que una visión teísta o religiosa propiamente dicha sea compatible con el escepticismo. Ya que los dioses son una afirmación extraordinaria que no posee evidencias extraordinarias. Por lo que entiendo como escepticismo, es algo totalmente contrario a cualquier religión, ya que además de que ninguna religión posee verdaderas evidencias para sus postulados, seguir ciertas creencias religiosas tradicionales conlleva necesariamente a la pseudociencia -por ejemplo, el creacionismo- y, en el caso de todas las religiones y teísmos, al dogma. Desde mi punto de vista, el escéptico debería de criticar la religión y las creencias espirituales irracionales a la par de la pseudociencia.  Un escéptico católico por ejemplo, es un oxímoron, ya que está negando buena parte de la ciencia en favor de creencias sin respaldo.  Ahora, con respecto al escepticismo y los teísmos: el panteísmo o el teísmo de Spinoza (en el cual se encuentran como seguidores personajes como Einstein) si pueden concordar con el escepticismo. Pero estos teísmos no son sino una manera disimulada de llamarse ateo. El teísmo de Spinoza considera a Dios como “la suma de todas las leyes del universo” algo que concuerda con el materialismo ontológico. Éste “Dios” no es más que un invento de Spinoza, una deformación del término, no es un verdadero teísmo. Al igual que el panteísmo, considerar a Dios como el universo también es algo materialista, y no es algo que concuerde con la definición de Dios como algo personal e inmaterial.
Muchos escépticos no quieren tocar el tema de la religión y el teísmo por intereses demagógicos, si ellos se ponen críticos de la religión, van a perder seguidores religiosos que critican las pseudociencias. Esto a mi parecer es deplorable. Ya que no hay diferencia entre hacer eso y amigarse con la homeopatía y el psicoanálisis para ser más a la hora de combatir el posmodernismo o algún otro fraude.
Otro argumento muy falaz es del de por ejemplo decir: “Newton era religioso”. Nombrar científicos religiosos (o incluso otros escépticos famosos) no dice nada del escepticismo. Una cosa es ser científico y otra escéptico. Un científico puede comprar flores de Bach, rezar y leer a Rhonda Byrne creyéndole todo, y a la hora de trabajar aplicar el escepticismo metodológico. Ser científico no es lo mismo que ser escéptico. Es solo una falacia de autoridad, pero merece ser aclarado.
También en esto entra otro gran problema: muchos critican esta visión diciendo que vuelve al escepticismo una secta, y que es inmoral dejar de lado a alguien de una definición por no cumplir un requisito, supuestamente dogmático. Esto es igual de absurdo que ofenderse por decir que un ateo Hare Krishna no es un verdadero ateo a pesar de que no cree en el Dios cristiano. Una persona que se hace llamar por el adjetivo de un movimiento intelectual debe ser consecuente con lo que dice estar de acuerdo, si dice aplicar el pensamiento crítico por no creer en la ufología pero cree en Visnú estamos evidentemente en presencia de un sesgo cognitivo de tamaños monumentales. En definitiva, como todo dentro del escepticismo, este es un punto abierto a discusiones.

 Gnoseología realista critica:

“No hay nada bello sino es lo verdadero; sólo lo verdadero merece amarse”.
Boileau

El escéptico racional sabe que la verdad puede conocerse y que hacerlo es importante, él mismo es un defensor de la verdad. Ésta es la diferencia principal con el escepticismo dogmático y radical que alega que nada puede conocerse o que no hay certezas de nada. De hecho tienen certeza de ello, por lo tanto están en una contradicción lógica. Lo mismo pasa con los relativistas, si “todo es relativo”[6] también su premisa es relativa y por lo tanto carece de sentido.  La gnoseología subjetivista y relativista es anticientífica, irrealista, irracional y falsa, una antítesis y enemiga de la objetividad buscada por el escepticismo racional y la ciencia.  Los subjetivistas y relativistas no dudan que  sí arrojamos un objeto al aire cae al suelo por la gravedad, que el sol saldrá todas las mañanas, o que sí dejan de comer se van a morir, solo dudan de lo que no entienden.  El escéptico posee una gnoseología realista porque sabe que la certeza y la verdad (provisional y refutable) existen y son posibles. Dejar de interesarse por la verdad es caer en lo más bajo de la condición humana, es ser un ente indiferente sobre el mundo que lo rodea y por lo tanto, perder todo lo interesante del vivir humano.  El conocer y conocerse es lo que más exalta la condición humana.  Es por eso que el escepticismo es tan importante para un humanismo secular completo.
El escepticismo coherente a pesar de ser realista no es realista ingenuo, sino realista crítico. Esto es, asume que la verdad es perfectible y que el mundo no es como lo percibimos por nuestros sentidos, es decir: el mundo real independiente de seres que lo perciban no es ni frio, ni caliente, ni tiene colores, ni olores, ni sonidos hablando con el mayor grado de objetividad posible. Estas son solo ilusiones creadas por nuestros sentidos. El mundo captado por nuestros sentidos no es el mundo tal cual es, esto es bastante difícil de asumir cuando se pretende la mayor objetividad posible, aunque no es un límite a la objetividad sino un gran acercamiento a ella. Claro que la luz como fenómeno electromagnético existe, y que al rebotar en ciertos materiales refleja ciertas longitudes de onda que pueden ser percibidas por nuestros ojos, pero aun así los colores como los conocemos son ilusiones de nuestros sentidos producidas en nuestro cerebro, no existen más allá de seres que los perciban (queda claro que la luz como espectro electromagnético si existe más allá de quienes la perciben). Una buena muestra de que el mundo no es tal cual como lo percibimos es la existencia de espectros de luz invisible, como la infrarroja, que existe a pesar de que no podamos percibirla directamente (aunque si de modo indirecto). Tampoco existen los olores, si existen partículas dispersas en el aire, pero la sensación que nos producen es propiamente sensorial, las partículas en sí mismas no tienen olor como lo conocemos. Y sobre el sonido lo mismo, aunque a través del conocido dilema del “si un árbol cae y no hay nadie que lo escuche, ¿hace ruido?” se siguen presentando confusiones entre pensadores críticos que afirman que el ruido es evidente, cuando  no lo es.  Por ejemplo, el escéptico David Osorio publicó una entrada en sus blogs (en la que además desprecia a la filosofía) muy seguro de que el ruido al ser ondas que se propagan, el dilema se resuelve diciendo que sí hay ruido. El problema es un tanto más interesante que esto visto desde el realismo crítico, ya que nadie duda del hecho de que las ondas si se produzcan, el problema está en cómo se define ruido, si nos referimos con ruido a las ondas en sí si se produce, pero si nos referimos con ruido a nuestra percepción del ruido, y por ende, al ruido como lo conocemos en la vida cotidiana, claro es que no.  De todas formas Osorio aprovecho para hacer una crítica muy necesaria a los charlatanes que afirman que todo una construcción social o una ficción al estilo Matrix. Esto claramente es un delirio.
Postular que el mundo no es tal cual lo percibimos no es para nada proponer que el mundo es una construcción social como afirma grandilocuente el charlatán de Bruno Latour (el que pasó vergüenza con el caso de la momia de Ramses). Si todo fuera una construcción social, las sociedades que construyen la realidad también serían una construcción social lo cual lleva a una contradicción lógica irremediable, ya que sería como construir un martillo usando ese mismo martillo. La realidad existe independientemente de quienes la perciban y de cómo la perciban.
Otro punto del realismo crítico a tener en cuenta es la concepción gradual de la verdad y la objetividad, donde los grados máximos absolutos o son muy difíciles o no existen.  La posibilidad de la verdad fáctica absoluta es un problema filosófico muy interesante, me inclino por el momento a pensar que o no existe o es extremadamente difícil. Aun así el hecho de que no exista la verdad absoluta no quiere decir que la verdad no exista, si existe la verdad gradual, provisional y perfectible, y la ciencia es la mejor forma de acercarnos a ella en lo que refiere a sus campos de estudio. Esto nos da una enseñanza de humildad que nos lleva a revisar constantemente lo que atribuimos como cierto o verdad. Podemos estar equivocados, esto es algo que debe quedar claro para todo escéptico.

Honestidad intelectual:

“El hombre que no cambia de opinión es como agua estancada; engendra reptiles del espíritu” William Blake

El objetivo del escepticismo debe ser siempre la búsqueda desinteresada de la verdad. Por esto es muy necesaria la honestidad intelectual. En el caso de que alguien que se proclame escéptico esté equivocado, debe reconocerlo y cambiar de opinión. No debe basarse en falacias conscientes o mentiras para ganar discusiones. Esto solo lo vuelve un dogmático arrogante.
Queda así claro que para un escéptico la verdad es prioridad, y que en el momento en que esta entre en conflictos con sus creencias o preferencias personales, este debe dejar todo de lado para asumirla sin importar las consecuencias.  La verdad rebelada a través de los hechos y la razón es para todo hombre ilustrado la guía con la cual marcar el sendero de su intelecto. El hombre que rechaza los hechos por cualquier motivo personal, sea ideológico, religioso o de conveniencia ya sea económica o de otro tipo, no es digno de llamarse escéptico, ni tampoco moderno o ilustrado.  Mantener creencias personales inmunes a la crítica no es algo compatible con el escepticismo. La honestidad intelectual requiere el gran sacrificio de amar la verdad por sobre todo aspecto personal que interfiera su paso. Como también defenderla y difundirla siempre estando abierto a la crítica.

  Empirismo y Racionalismo moderado (racioempirismo):

El escéptico reconoce que el conocimiento progresa tanto con razonamientos lógicos como con la experiencia; todas las hipótesis fácticas se deben probar empíricamente con ayuda de la razón, y de esta forma se conoce su veracidad. El escepticismo viene a renacer el pensamiento ilustrado mediante el cual la humanidad se libera de las tinieblas mediante el uso de la razón.

Cientificismo blando:

El escepticismo valora la evidencia científica por sobre cualquier anécdota, opinión o superstición popular. Todo hecho factico se conoce mejor de manera científica. Para poder valorar la investigación científica correctamente, y diferenciar la ciencia de la pseudociencia, la protociencia, la ciencia fallida, la malaciencia, etc. es necesario entenderla, por lo tanto se necesita saber cómo se procede a realizar una investigación científica correctamente. Este punto genera necesariamente otro que es el de saber o interesarse por la ciencia y también por la filosofía de la ciencia y la epistemología. La epistemología es uno de los pilares del escepticismo ya que es la disciplina que se encarga –entre otras cosas- de clasificar el conocimiento, indispensable para saber diferenciar que es ciencia y que es pseudociencia.  Éste cientifismo es “blando” a diferencia del “duro” que exclama que el único conocimiento que vale es el científico. Esta premisa no es científica, sino filosófica,  así que el cientificismo duro es falso por su inconsistencia lógica. Además, el conocimiento de “en éste momento en mi heladera hay tomates”, puede ser verdadero sin ser científico. Los cientificistas duros se caracterizan por ser antifilosofía, y criticarla usando argumentos filosóficos. Un escéptico inteligente no cae en esta postura idiota, sabe que hay otros conocimientos que son válidos además del científico, pero en los campos de problemas y preguntas que la ciencia abarca, siempre las mejores respuestas proceden de la ciencia misma.
También, como dicen Allan Sokal y Bricmont[7]: “Es perfectamente legítimo recurrir a la intuición o a la literatura para obtener algún tipo de comprensión, no científica, de aquellos aspectos de la experiencia humana que escapan al menos por el momento a un conocimiento más riguroso”.

Dudar de todo lo que merezca duda:

Se sabe que la duda es uno de los principales motores del escepticismo. Un escéptico debe dudar racionalmente de lo que se le plantee como verdad fáctica, y comprobar si se merece la etiqueta de “verdad”. Como ser noticias,  afirmaciones de gente con poderes paranormales, etc. Pero la duda debe ser guiada por la razón. Un escéptico no puede (y no tiene porque) dudar de todo, todo el tiempo, porqué sí. Por ejemplo, no le pedimos evidencia a un amigo nuestro que nos viene emocionado a contar que se besó con la chica que le gustaba, ni el escéptico más tedioso lo haría. La duda en el escepticismo científico es racional, no sistemática, y es lo que diferencia del escepticismo radical. Llevar la duda demasiado lejos puede enfermar psicológicamente, y no es una forma de construir conocimientos, sino de negarse a aceptarlos.

Buscar siempre la claridad

Lo ideal es pensar y expresarse siempre con claridad y rigor, evitar la oscuridad innecesaria, las vaguedades y las confusiones. Tanto para debatir como para redactar textos de escepticismo se recomienda siempre buscar la mayor inteligibilidad y exactitud posible. La claridad es propia del pensamiento racional ilustrado, mientras que la oscuridad y confusión deliberada es propia de los charlatanes que buscan ocultar su falta de ideas y aparentar una intelectualidad que no tienen. La primera señal para saber si verdaderamente entendimos algo, es que lo podemos explicar de forma clara, de forma que cualquiera lo pueda entender.

 Valorar la lógica y el buen debate:

Para evaluar correctamente los argumentos y establecer un buen debate, algo esencial en el escepticismo, se necesita saber de lógica. El debate es esencial para contrastar ideas y ver cuáles son las mejores, para así poder adoptar las sometidas a análisis  y descartar las erróneas y refutadas.   Un ejemplo de lógica que siempre se debe tener en cuenta un escéptico es que “correlación no implica causalidad”.

No aceptar ciegamente lo que provenga de la autoridad:

Condición necesaria si se entiende el punto anterior, pero que merece ser aclarado.  Las autoridades siempre se equivocaron y no son fuentes confiables de la verdad. El escepticismo evalúa la veracidad de los postulados más allá de quienes los presentan. La ciencia tiene esta premisa como lema, en cambio, la pseudociencia tiene como pilar fundamental el hecho de aceptar lo que dicen las autoridades. A saber, si un Nobel, científico o escéptico respetado en cualquier campo abala una pseudociencia, eso no la hace ni ser verdadera ni funcionar.

Siempre evitar el dogmatismo:

“Un escéptico es alguien que lejos de aceptar todo lo que le dicen, o lo primero que se le viene a la mente, duda. Si se trata de un nuevo dato, el escéptico echa un vistazo al modo en que fue obtenido, o incluso intenta reproducirlo; si se trata de una nueva generalización, busca contraejemplos; si se trata de un nuevo procedimiento, revisa su eficacia; si se trata de una norma de conducta, examina tanto su compatibilidad con otros principios como la consecuencia de su aplicación, etc. En cambio el dogmático se aferra a lo que considera sabiduría heredada infalible. En resumen, la marca distintiva del escéptico es el escrutinio, en tanto la del dogmático es una aceptación ciega e un igualmente ciego rechazo” Mario Bunge.
Un dogma es una supuesta verdad sagrada no sujeta a revisión, que no necesita justificación racional, que no puede ser criticada, y en el caso de ser criticada correctamente, no se la abandona. Para el escepticismo no hay verdades sagradas, sino provisionales, cuestionables y refutables, todo lo que el escepticismo propone debe ser justificado. Caer en el dogmatismo es casi el peor error de cualquier persona, algo digno de falta de inteligencia. El escéptico debe tomar el camino opuesto.

Contrastar información:

Siempre que se presenta una información como cierta, un escéptico debe buscar un contraejemplo (si es una generalización), una refutación o una crítica. Es importante contrastar la información que se nos brinda, escuchar “las dos campanas”, y así poder analizar y discernir con ayuda de un agudo pensamiento crítico y la investigación que se requiera que postura es la correcta.  Es importantísimo para el escéptico realizar investigaciones profundas y evitar sesgos, el rigor investigativo debe ser una de las más grandes virtudes del que se proclame escéptico.

Combatir la pseudociencia y la superstición:

Punto básico del escepticismo. La pseudociencia es dogmática y por ser tal, no pudo demostrarse como verdadera. Si no pudo ser probada como verdadera y se defiende como tal sacando provecho de los que se la creen, es inevitablemente un fraude. Un escéptico debe aprender a diferenciar las pseudociencias y combatirlas, siempre con buenos argumentos y honestidad intelectual.  Este punto está muy vinculado a la ética, la pseudociencia es abiertamente inmoral y el acto de combatirla es un acto moral.

Cuestionar tanto como las pseudociencias y los fraudes espirituales, los embustes del posmodernismo filosófico:

El posmodernismo filosófico no es un mal menor, es igual o peor que las pseudociencias y en muchas ocasiones su sustento filosófico. Por ejemplo, las grandes bases del new-age actualmente tienen origen en el pensamiento posmoderno.
El posmodernismo es totalmente antagónico a todo lo que busca el escepticismo racional: es anticientífico, antihumanista, irracionalista –por lo tanto dogmático-, oscuro y ambiguo,  antiprogresista, relativista, irrealista, etc. Es necesario conocerlo y tener las herramientas conceptuales de la filosofía analítica para criticarlo y refutarlo.

Humanismo secular

Muchos escépticos renegarían del hecho de atribuir una ética al escepticismo, sin embargo yo sostengo que el escepticismo está íntimamente relacionado con la ética del humanismo secular, es más, sostengo que el humanismo secular y el escepticismo están completa e íntimamente relacionados.
El escepticismo tiene dos vertientes; el escepticismo militante y el escepticismo personal. Me gustaría hacer un cierto elogio del primero ya que este expone su esencia humanista. En cambio el escéptico personal no está verdaderamente comprometido con el escepticismo, el escéptico antisocial que se guarda sus dudas únicamente para sí de modo ultraindividualista no forma verdaderamente parte del movimiento escéptico. Un escéptico militante es el que se preocupa por la verdad y trata de defenderla y difundirla, siempre mediante medios intelectuales (revistas, blogs, charlas, debates, etc.). La importancia de proteger lo que se considera verdad es absolutamente ética, un verdadero escéptico se preocupa por lo que la sociedad considera como cierto (a diferencia de los posmodernos a los que todo les da igual) porque sabe que los errores y las mentiras son peligrosas para el resto. La verdad es realmente importante, si hubiera mayores escépticos militantes el negacionismo del SIDA y de la vacunación no se hubiera llevado tantas víctimas. Ni estafas como el psicoanálisis, Herbalife y los libros Depaak Chopra tanto dinero. Los errores en cualquier aspecto pueden llevar a todo tipo de consecuencias negativas, desde daños económicos hasta la muerte. La estupidez humana es muy peligrosa, tanto como para acabar con nuestra especie (y todas las demás). Como dice Tabori “La estupidez es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”. Cualquier persona con un poco de moral sabe que una persona equivocada merece ser educada y corregida. Siempre y cuando, esto se practique con cierta paciencia, respeto -en los casos en que se los merezcan- y honestidad intelectual.
Así también me gustaría elogiar al escepticismo que no se cierra en las cuestiones más inofensivas  del pensamiento irracional, como ser los fenómenos OVNIS o las pseudociencias como el reiki y la astrología, sino que ataca las pseudociencias que más dañan a la sociedad: las pseudociencias sociales como las escuelas libertarianas de economía (la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca por ejemplo) y las pseudociencias sociales en las que se basan las políticas de derecha, ya que éstas, junto con las pseudociencias de la salud, presentan un peligro aún mayor al bienestar de la sociedad. Escepticismo es humanismo.

Estas son solo algunas características del pensamiento escéptico. Un desarrollo más completo y conciso llevaría varias páginas, el cual, tal vez quede para otra ocasión.
Con estos requisitos, se puede deducir que el escepticismo racional es una postura filosófica y un movimiento intelectual en la cual se cuestionan las afirmaciones carentes de pruebas suficientes, que se opone a las pseudociencias,  pseudofilosofías y toda creencia que vaya contra la evidencia empírica, el racionamiento lógico y el conocimiento científico. Un escéptico evalúa cualquier afirmación basándose en la evidencia, la verificabilidad, falsabilidad, reproducibilidad, el sentido lógico y el consenso científico, en lugar de aceptar afirmaciones o teorías basadas en fe, anécdotas dudosas, fuentes poco veraces o confiar en  hechos/afirmaciones infalsables  incomprobables, autoridades o dogmas.

El escepticismo es una sana y necesaria rebeldía, la rebeldía del que duda contra el que adoctrina y engaña. Una sólida inteligencia debe apoyarse siempre en la incredulidad, sostengo que el escepticismo es la forma más refinada de incredulidad, y una de las formas más inteligentes de rebeldía.

Notas:
[1] Termino que refiere a noticias falsas, inventadas.

[2] A pesar de su postura antifilosófica expuesta en frases rimbombantes como “la filosofía ha muerto”, Hawking se declaró positivista, lo que termina por demostrar que no tiene ni idea de filosofía

[3] Ideada por Christofher Hitchens

[4] Ideada por David Hume.

[5] Ideada por Guillermo de Ockahm.

[6] Hay muchos incultos que creen que la teoría de la Relatividad de Einstein prueba que “todo es relativo”. Una muy graciosa confusión. Las teorías de la relatividad tratan sobre velocidades cercanas a la de la luz, efectos de la masa, el espacio-tiempo y una serie de temas muy complejos que nada tiene que ver con éste disparate filosófico.

[7]En Imposturas Intelectuales